Cuarenta mil personas eligieron El Rocío para pasar la Nochevieja

Cambiar trajes de noche por ropa cómoda y de abrigo, zapatos de tacón por zapatillas o botos camperos y grandes orquestas por música 'de lata' y guitarras flamencas es una estampa cada vez más frecuente de la Nochevieja que encuentra escenario en El Rocío. Más de 40.000 personas recibieron 2006 en la aldea almonteña como alternativa a los tradicionales cotillones. Desde el pasado miércoles, los poco más de 3.000 habitantes que habitualmente viven en la aldea vieron alterada su calma con la llegada de jóvenes procedentes de los alrededores, principalmente de los pueblos del Condado y de la provincia de Sevilla. Cientos de reuniones de amigos con una media de edad que ronda los 20 años son por unos días los moradores de las casas rocieras, alquiladas por cantidades que oscilan entre los 1.500 y 2.000 euros y que muchos tuvieron que buscar con meses de antelación debido a la creciente demanda. "El Rocío está de moda", sentenciaba el alcalde de Almonte, Francisco Bella, quien paseaba al anochecer por los aledaños de la ermita en compañía del presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell y la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, quienes también eligieron el entorno de Doñana para pasar los tres últimos días de 2005. Hasta cinco minutos antes de sonar las campanadas, las calles de la aldea eran un continuo fluir de jóvenes que con la botella de cava y las uvas de rigor, se daban cita ante la ermita de la Blanca Paloma, ahora en el pueblo debido a su periódica visita de cada siete años. Más de un millar de personas eligieron la explanada que linda con la marisma para oír las campanadas; la inmensa mayoría, por contra, prefirió quedarse en las casas y seguirlas por televisión. "Hace unos quince años, muchas familias venían a tomar las uvas a la puerta de la ermita, pero ahora es casi imposible", comentaba en la puerta del santuario Carlos Serrano, un vendedor de cupones de Almonte quejoso del "gamberrismo" que en muchas ocasiones acompaña a la fiesta. A medida que, inevitablemente, se acercaba la medianoche, el sonido ensordecedor de cohetes y petardos y el olor a pólvora quemada desinhibía unos ánimos que estallaban por completo junto al descorche de botellas tras las doce campanadas. Bajo una lluvia de cava, era el momento de los abrazos y deseos de felicidad para el nuevo año y para el intercambio de direcciones en las que reencontrarse al calor del fuego para compartir una copa. De Águila Imperial a Vetalengua, de Lince a Sanlúcar, pasando por Sacrificio, pocos eran los rincones de la aldea en los que no se vivía la fiesta. No era propósito fácil encontrar aparcamiento en las calles más concurridas. Éstas suelen ser las de la periferia, bien porque hay más alquileres disponibles y más baratos, según los jóvenes, o porque allí "se controla menos al personal", según los más mayores y recelosos de tanta juventud por metro cuadrado. Aunque muchas de estas 40.000 personas llegaron con tres días de antelación, la misma tarde del 31 aún había trasiego de mantas, bebidas y comidas por las calles de la aldea. Transcurrida apenas una hora de 2006, el frío y la lluvia fina con la que comenzó la noche trasladó la fiesta al interior de las casas donde, de no ser por la ropa de abrigo y el fuego encendido, la estampa era típica de romería. En un constante cruce de saludos propios del ir y venir de visitas, la rumba no paraba de sonar mientas los cuerpos se cimbreaban al ritmo de guitarras y palmas. Otras casas optaron por las luces de colores, la música de altos volúmenes, los confetis, gorros y serpentinas. "Es como organizar un cotillón, pero sólo para amigos y sin tener que esperar colas para tomar algo", bromeaban unos jóvenes de Huelva que descubrieron este Fin de Año alternativo en la Nochevieja de 2004 y que según decían, piensan seguir repitiendo. La diversión se prolongó hasta entrado el amanecer ya de forma más recogida y al calor de la hoguera. Allí empezaron a gestarse los planes de la próxima Nochevieja que, para la inmensa mayoría, pasan por volver a la aldea almonteña. En esta ocasión fueron 40.000 pero, de seguir en esta línea, serán muchos más los que se decidan a pisar la arena rociera para despedir la última noche del año que ha comenzado. DIEGO LOZANO

Foro del Rocío

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