Triana – Vacaciones con la Hermandad de Triana

María tiene siete años y es el tercer verano en el que puede presumir de vacaciones. No lo hará con sus padres. La economía familiar no lo permite. Ni en crisis, ni sin ella. Pero desde hace tres años, cuando llega el mes de julio, siempre hay una mochila, una maleta y mucha ilusión por compartir una quincena con los amigos. Compañeros de unas vacaciones que la Hermandad del Rocío de Triana se encarga de que puedan disfrutar.

La corporación rociera del antiguo arrabal lleva 39 años organizando estas colonias de verano para los niños con edades entre los 3 y 14 años cuyos padres no pueden costearle unas vacaciones. Este mes de julio son 162 chavales los que disfrutarán de 15 días de descanso en El Rocío, en la casa de hermandad que Triana posee en la aldea almonteña.

Las colonias se iniciaron ayer con la salida a las cinco de la tarde desde el Paseo de Colón. Allí se encontraban los diputados de caridad, Rafael Torrecilla y Lucas Maireles. Desde que acabó la romería iniciaron su particular peregrinación para conseguir comida, medicamentos, ropa y todo el material necesario para estos niños que se reencuentran cada mes de julio. «Son muchos proveedores los que nos suministran los víveres gratuitamente -dice Torrecilla- y si algún año no lo llamamos, porque ya tenemos suficiente, nos recuerdan que siempre están dispuestos a colaborar».

A Rafael y Lucas les acompañan 40 monitores. Gonzalo Arenas es uno de ellos. Lleva siete años repitiendo esta experiencia. «Esto es así de contundente. O no vuelves nunca o te acabas enganchando».

El autobús está a punto de arrancar. Por delante les quedan 15 días y multitud de experiencias. Por la mañana, desayuno y playa en Matalascañas. Luego, de vuelta a la aldea, tocará almorzar. Tras un breve descanso se inician los talleres de manualidades. Ya por la tarde se visita a la Virgen. El paseo concluye con la vuelta a la casa de hermandad. La noche se inicia con la cena y finaliza con una velada con juegos y cantos.

Los padres se despiden ya de sus hijos. María toma su maleta. Lleva lo imprescindible. Entre sus pertenencias, un protector. Su piel es casi porcelana. Se despide de sus familiares y se abraza a Rafael, un padre adoptivo esta quincena. La sonrisa se duplica en los dos rostros. Está claro. Como dice Lucas Maireles: «El Rocío es algo más que caballos y carretas».


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