Con gran emoción, Benedicto XVIprometió ante los cardenales reunidos para despedirle «mi reverencia y obediencia incondicional al próximo Papa». Fue un acto inesperado, fuera del texto de su breve discurso. El Pontífice saliente lo dijo de corazón, sin papeles, haciendo referencia a que quizá uno de los ochenta cardenales que le escuchaban puede ser su sucesor.
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