Huelva – Una tarde de fiesta rociera

Y volvieron las carretas, trajeron todo el aroma marismeño, la alegría del blanco santuario, el estar en la presencia de la Virgen del Rocío, el gozo de un tiempo vivido de manera intensa del que se espera pueda quedar esparcido durante todo el año hasta que llegue de nuevo la aurora del tamboril. Emigrantes y Huelva ya están de nuevo entre nosotros, aunque nunca la ciudad se quedó sin ellos, sólo se llevaron las ofrendas envueltas en sevillanas, plegarias de un año, alegrías de una vida.

Así, por eso, ayer la tarde se hizo de espera, pero no intranquila. Una espera sosegada, lo mismo que pausada eran las pisadas de los peregrinos tras las dos carretas de platas, que al menos por unas horas están juntas en las calles de Huelva, desde que llegan por la Punta del Sebo, donde Colón tiene esta vez la mirada del almirante que le da entrada a este puerto marinero tras la singladura por las arenas del Coto.

En la ciudad era un día de familia con sus niñas vestidas con sus trajes de gitana, en la Plaza de las Monjas o en toda la Isla Chica, dando alegría a la tarde.

El de ayer fue un día tranquilo, se disfrutó en el camino. La vuelta tiene eso, que no hay prisas por llegar, es como si se quisiera dilatar el tiempo, alargarlo para seguir entre pinos y encimas, escuchando aún correr las aguas de los arroyos que van a Doñana y sentir el frescor del aroma de helechos y romero que pronto, tras la Santísima Trinidad, se esparcirán por las calles de nuestros pueblos en honor al Corpus Christi.

La de ayer era una tarde de encuentro, de Huelva con sus peregrinos. Era una tarde de abrazos, de rostros cansados, de caras morenas por todo ese sol que ha bronceado tantas miradas puestas en el Simpecado. Los peregrinos tras la carreta vuelven a demostrar que este es un camino de ida y vuelta que se va a pedir y a dar gracias. Y el Simpecado de ambas hermandades se volvían a vestir de flores frescas para mostrase hermosos en la entrada de la ciudad y es que el día de la vuelta tiene también muchas emociones, distintas pero igualmente intensas. Es cuando la ciudad siente que tiene una única hermandad que es la Virgen del Rocío, porque las dos, Emigrantes y Huelva, se funden en esta tarde onubense y aunque no se encuentren como otros años a las puertas del Ayuntamiento.

Si a Emigrantes le besaba el sol de la tarde entrando por la alameda Sundheim buscando la Gran Vía, hacia el Ayuntamiento, a la carreta de Huelva le doraba los rayos de la puesta de sol que sobre la ría del Odiel le custodiaba hasta la Comandancia de Marina, ahora sin el barullo de la salida, pero con otro acto íntimo de los que marcan tradición y es la entrega al futuro hermano mayor de 2010 de la bandera asuncionista que portó Juan José Chaves.

El de ayer era un día de los hermanos mayores que habían visto cumplidos sus objetivos de llevar a sus hermandades hasta El Rocío y volver con la alegría de un buen camino. Así lo destacaban Juan Manuel Garrido, de Emigrantes, y Julián Pérez, de Huelva. La jornada había sido tranquila , sin incidentes y con un resumen muy gráfico: «muy contento y feliz de haber cumplido un sueño ser hermano mayor y haber llevado a mi hermandad al Rocío».

También fue este un Rocío especial para los dos presidentes y es que en ambas hermandades se estrenaban, eran su primer año. Antonio García, en Emigrantes, tuvo que lamentar una pequeña incidencias por un dolor repentino que le retiró del camino en la noche del martes, pero se recuperó y pudo volver ayer con su hermandad. En Huelva, Juan Ferrer reconocía que aunque vivido El Rocío de otras maneras, esta además de ser diferente por la responsabilidad, también lo es en lo personal por las sensaciones que se reciben. Huelva se despidió definitivamente de la noche de Bodegones, lo hizo especialmente a la ida que es de siempre la jornada festividad por excelencia, la de este martes fue la que echó las llaves a esta pernocta, pero no a la alegría de Huelva que espera renovar el próximo año en La Matilla, todo se andará.

El recibimiento especial fue ayer a las puertas del Ayuntamiento de Huelva, donde la ciudad se unía aquí para dar la bienvenida a los romeros que se afanaban en sus últimas sevillanas; la Banda Municipal ayudaba a ese ambiente festivo desde bien temprano. El alcalde, Pedro Rodríguez, a pie de acera los recibía.

Luego, desde aquí continuaba el camino, Emigrantes hacia El Molino de la Vega para meter su carreta en su casa de hermandad. Huelva también en su casa de hermandad, después de pasar por la iglesia del Rocío y en la avenida de Andalucía el Simpecado despedía a todos los romeros y se escuchaban los últimos vivas.

Se quedaba aquí el sueño de un nuevo Rocío. Habrá que esperar algo menos de un año. El próximo será una semana antes, el Domingo de Pentecostés de 2010 está ya marcado en los corazones rocieros, el 23 de mayo.

Hasta entonces quedará el rostro con el frescor del Rocío de la gracia de la mañana del Lunes de Pentecostés y la alegría festiva de la vuelta.

Eduardo J. Sugrañes

Foro del Rocío

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