Un halo de vapor ascendía de las marismas cubriéndo el ambiente, me sentí hechizada y nos integramos al ambiente de misterio. Jose y yo fuimos do peregrinos que en silencio, tomados de la mano, nos postramos a sus pies a bendecirla y dar gracias por nuestro amor. Nunca olvidaré el día que visité El Rocío, quedó para siempre en mi corazón. ¡Amo a la blanca paloma!