Mi devoción al Rocio se inició, partiendo del escepticismo, por mero contagio del fervor y entusiasmo de una paisana y amiga mía afincada y prohijada desde hace años en tierras de Huelva Capital y del término del Rompido en Cartaya. Ella me hizo ver, y lo que es más importante, sentir y vivir el «Rocio» más allá de su mera faceta folclórica. Aunque nunca he participado con mayúsculas de la Romería no desespero de hacerlo algún día no muy lejano.