La Pasión y el Rocío

Estamos inmersos en plena Cuaresma, tiempo de preparación para la Pasión y Muerte, una vez más, de nuestro Señor Jesucristo, el mismo que hace poco era Pastorcillo nacido en Belén, al que le cantábamos villancicos y que ahora vuelve a morir por nuestra Redención al redoble de tambores templados en señal de luto.
Un año más, María, su Madre, nuestra Madre, la que por Pentecostés es la señal de alegría de tantos y tantos rocieros a los cincuenta días de su Resurrección, tendrá que sufrir previamente, en su advocación dolorosa, por ver a su Hijo, hecho hombre, en la Cruz por todos nuestros pecados.

Aunque a muchos les pueda parecer extraño, más que nada por lo acostumbrados que podemos estar a su  alegre ambiente normal, la Aldea, se convierte igualmente en estas fechas en Jerusalen cuaresmal. Litúrgicamente se celebra la Vigilia Pascual y demás ceremonias propias del Jueves, Viernes y Sabado Santo. Pero además, en el día central de esos tres, hay un acto aún desconocido para una gran parte de los rocieros.
Hace ya bastantes años que en El Rocío, como muchos de vosotros ya sabréis, se celebra la tarde del Viernes Santo, un Vía Crucis por el recorrido tradicional de la Virgen (a excepción de la zona del Acebuchal). Al principio se efectuaba llevando en hombros al Crucificado que estaba antiguamente en la Capilla situada a la izquierda de Nuestra Señora y en donde se encontraba  el Sagrario con el Santísimo, justo al contrario a su ubicación actual.

Ese Cristo tenía la particularidad, como muchos recordaréis también, de no estar clavado por las manos, sino por las muñecas, como realmente dicen los historiadores que debió de ser la crucifixión de aquel carpintero de Nazaret en el Gólgota aquella tarde de Viernes de hace casi dos mil años. Después del último traslado del año 1998-99 y reformas del altar y capillas anexas, ha sido extrañamente relegado a la Sacristía?, lo cual desde mi punto de vista particular, es una verdadera pena….
Aquel Vía Crucis de entonces era muy familiar, casi íntimo, con poco más de un centenar de personas. Al igual que en la actualidad, estaba presidido por una representación de la Hdad Matriz con varas, junto con el Comandante de Puesto de la G.C.  y por el Capellán, discurriendo alrededor de la Ermita.

Con el tiempo, ha crecido en afluencia de fieles, hasta tal punto que la Ermita casi está a rebosar en los últimos años. También ha variado sustancialmente, ya que desde hace tres o cuatro años aproximadamente, está saliendo con un paso en el cual, sobre un monte de romero y flores del entorno, además del Crucificado, podemos contemplar a una Dolorosa y a San Juan Evangelista. Este paso es llevado en andas por los fieles que lo desean, siendo su recorrido el mismo.
Como os podéis imaginar, para los que no lo hayan podido ver, las imágenes a la caída de la tarde no tienen comparación, llegando al principio a ser «chocantes» por el contraste de la Pasión en la Marisma. La cruz, recortándose en el atardecer que cae sobre el Camino de Bodegones, con la compañía de María y San Juan es impresionante y sobrecogedora.
Los olores difieren mucho de los que en ese mismo instante se pueden estar sintiendo en cualquier capital de nuestro país y en especial de nuestra Andalucía. No es incienso, es una mezcla de tomillo y almoradux, romero y sal, resina y castañuela que desde Doñana lo abarca todo.
No hay música de bandas de fondo: sólo algún recuerdo del Coto, de algún real con su collera y de los ánsares en la lejanía de su Cerro y sobre todo …. el viento.
Las aves revolotean por la Madre de las Rocinas, aún con agua si las lluvias han sido generosas, buscando sus encames nocturnos, mientras la procesión va enfilando por la Hdad de Huevar, con su cantinela de rezos. Las velas que arden en el lateral de la Ermita, rinden su homenaje de cera al que nació de la Mujer Inmaculada y que ahora baja a nuestro nivel para redimirnos.
El frío de la tarde marismeña roza a Jesús que en su desnudez cuelga de la Cruz agonizante, a la par que la mirada de Maria se pierde en la espadaña de la Ermita. Mientras, Don Diego, sigue desgranado monótonamente el Santo Rosario y se sigue produciendo el goteo como gotas de cera de Avemarías, una veces cantadas y otras veces recitadas.
Se rodea la Ermita y se apunta hacia El Real. Sigue la cantinela ….»Dios te salve María….»
El monumento que conmemora la coronación de 1919, rodeado de sus palmeras, ve pasar a Dios hecho hombre en la Cruz. Se coge la esquina de Huelva y salimos al antiguo eucaliptar. No hay Simpecados esperando sobre la fría arena: sólo los altos eucaliptos que cuelgan sus ramas a la funerala. La noche se ha cerrado sobre la marisma y la velas alumbran el camino.
Arriba, en las alturas, Dios Padre, con el sufrimiento de ver morir a un hijo, enciende la bóveda celeste con candiles para amparar al suyo en su agonía.
Tras casi una hora desde que salió, la comitiva llega a la puerta de la Ermita y sobre su blancura inmaculada, salpicada sólo por lo nidos, se recorta la Cruz. Jesús ha  muerto.
Desde su altar, María del Rocío espera para recibir a su hermana Dolorosa y se prepara para consolarla hasta la Vigilia de la Resurrección en que las dos se refundirán en la alegría de la vida eterna.
A paso lento, muy lento, como cuando hacemos el camino de vuelta «un paso atrás y otro alante», el paso se acerca hasta el Altar y ocupa una de las naves laterales. Una última oración al pie de Maria.


Una vez más, se vuelve a repetir una de las siete palabras: «Todo se ha consumado» 
Merece la pena ir a verlo y acompañar a nuestro Señor en su sufrimiento.

Texto y fotografías, de Goro Medina (Miembro del Foro del Rocío)

Foro del Rocío

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