Ella, si Ella, y siempre Ella, llevando en brazos a su Santísimo Hijo. La que nos da la ilusión de vivir, la intención de mejorar cada día, la que nos enseña a dar sin aspiraciones de recibir nada a cambio, la que nos inculca a saber perdonar y a comprender los errores de cada persona. En definitiva: la que nos enseña a ser rocieros. Esa palabra tan simple y tan abitual, pero que, para los que lo somos, significa tanto que, cualquiera que haga un mal uso de ella, es para nosotros una herida profunda que tarda tiempo en cicatrizar.
En fin, hermanos, que soy feliz teniendola a Ella. Que no me hace falta más "ná". Y que lo único que le pido a Dios y a su Santa Madre es que me conduzca de la mano siempre por este camino y, que a la gente que quiero (entre esa gente, todos vosotros), no la separe nunca de mi lado y sea participe de mi constante felicidad.
Gracias Dios mio.
Gracias Madre.
Gracias hermanos.
Y por supuesto........
¡QUE VIVA LA VIRGEN DEL ROCIO!!!
